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¨Donde quieras que vayas, no importa, donde vayas cumple siempre con tu deber…y sabe que yo siempre estaré allí, dentro de ti guiándote en cada paso del camino.
En los años por venir me experimentarán en muchas manifestaciones diferentes de mi forma.
Tú eres yo mismo, más que amado para mí.
Te protegeré como los parpados protegen a los ojos. Tú ya me tienes, así como yo te tengo a ti. Nunca te abandonaré y tú nunca podrás abandonarme.
De ahora en adelante, no desees ni anheles nada desempeña tu deber con un amor invariable, viendo a todos como a Dios.
Sé paciente a su debido tiempo, todo te será dado.
Sé Feliz, no hay necesidad de preocuparse por nada sea lo que fuere que se experimente, sea lo que fuera que suceda, sabe que este avatar así lo quiso.
No existe poder en el mundo que pueda demorar ni por un instante la misión para la cual este avatar ha venido.
Todos Ustedes son almas sagradas y tienen asignado el papel que habrán de desempeñar en el drama de La Nueva Edad de Oro que vendrá…¨.



"BHAGAVAN SRI SATHYA SAI BABA" .



viernes, 30 de mayo de 2008

RELATO DE UN NO DEVOTO


por Ramón Angel Machado Pintos

Corría el año 1970, cuando tuve la oportunidad de fundar la Escuela de Yoga Argentina en la sede del Club S. y D. "Las Heras".Fue por los primeros años de los '80 cuando tuve noticias de Sai Baba a través de algunos de mis alumnos, quienes se reían y me contaban de un Swami que creaba cenizas que sus seguidores se apuraban a juntar y guardar.

No soy muy afecto a dejarme llevar por mi curiosidad ni por ningún tipo de necesidad de conocer cosas extrañas; en consecuencia todo ello pasaba por mi sensibilidad como simples comentarios de mis alumnos, a los cuales les prestaba la mínima atención, más por educación que por otra cosa. Allá por 1984, comenzó a tomar cierta presencia popular la figura de una mujer ataviada como Sanyasina de alguna orden hindú, ya que aparecía por T.V. de la mano de actores y cantores de moda o locutores conocidos que decían ser sus alumnos. Alguna vez de las pocas que miraba T.V. la pude ver y escuchar decir que su maestro (por propias palabras de ella) le había regalado un anillo que había creado de la nada.

Ahí supe que esta dama de avanzada edad se decía llamar o la llamaban Matha Ji Indra Devi, pero yo no conocía ningún maestro de Yoga llamado Sathya Sai Baba; dejé de prestarle atención y continúe con lo mío, pues de fantasiosos y mentirosos el mundo está lleno.

Algunos degradaban a este tal Sathya Sai Baba a un nivel de usurpador y falso profeta, que hacía creer a quienes lo seguían que era la encarnación de Krishna y otras muchas cosas más.

Yo continuaba impertérrito sin prestarle más atención a los comentarios que la que las reglas sociales imponen cuando alguien desarrolla una conversación con nosotros.

En 1985 contraje nupcias (por primera vez) con mi actual esposa Zulma Gabriela Pacheco, actualmente somos padres felices de Angela Gabriela y Carla Rosalía.

En 1990, un alumno, Gustavo Javier Di Palma, me comentó que estaba concurriendo a un centro Sai Bs. As. de Uriarte, Palermo. Le pregunté si estaba practicando Yoga también ahí y sonriendo me contestó: "...no, ahí no se practica Yoga, ahí se hacen cantos devocionales y se exhiben videos sobre la vida, obra y milagros de Sathya Sai Baba", y luego me dijo "...le comento esto, Maestro, porque quisiera saber su opinión al respecto, en fin, si hago bien en concurrir ahí". Yo le contesté que para ciertas cosas mi opinión no era válida, que si él se encontraba bien concurriendo a ese Centro, que lo continuara haciendo. Hasta aquí era todo lo que yo sabía sobre Sathya Sai Baba.

El año 1991 no fue sumamente propicio desde su comienzo para la concreción de nuestras actividades. En el mes de junio nos encontrábamos abocados a la estructuración y desarrollo de las mismas.

Desde el principio de ese mes, habíamos comenzado a tener problemas con nuestro automóvil y estábamos pensando en cambiarlo, ya que sin motivos aparentes su motor recalentaba.

Llegó el domingo 23 de junio y leyendo el diario vi que había agencias de automóviles abiertas ese día y a la atención del público. Le propuse a Zulma que saliéramos a almorzar a algún restaurante y que de paso fuéramos a ver en alguna agencia si encontrábamos algún automóvil que nos convenciera, como para hacer el cambio por el nuestro. Entre algunos rezonguitos por parte de ella, la convencí y salimos, llevando a Angie y a Carla, rumbo al nuevo automóvil.

Al llegar a la intersección de las calles Arenales y La Paz de Villa Ballester fuimos embestidos con singular violencia por un ómnibus de pasajeros de la línea 204, que nos arrastró y luego prácticamente nos aplastó contra un árbol. Eran las 11:50 hs. de ese 23 de junio de 1991, muy difícil de olvidar. Angie, que aún no había cumplido sus cinco añitos, y Carlita con sus tres añitos sufrieron cortes superficiales en su cuero cabelludo, la primera de cuatro y la segunda de ocho puntos de sutura. Mi esposa, Zulma, que recibió el impacto directo del otro vehículo, quedó muy contusa y con escoriaciones leves.

A mí me tocó la peor parte: fracturas y estallido del riñón izquierdo y del bazo; yo me imaginé que no me quedaban más de cuatro horas de vida porque estaba seguro de mi hemorragia interna. Gracias a Dios, fui atendido en el policlínico de San Martín (Hospital Eva Perón, ex Dr. Mariano Castex) por un excelente equipo de cirugía que colaboró en salvar mi vida.

No recuerdo bien si fue en la primera o en la segunda noche posterior al accidente que abrí mis ojos y vi a Sathya Sai Baba sobre mi perfil derecho recostado en el marco de la puerta observándome con una sonrisa. Yo pensé y dije en silencio: "¿Vos qué hacés ahí, negrito? ¿No me vas a decir que viniste a curarme?". Cerré los ojos y me dije: "¡Yo estoy loco! Lo que me hace ver mi estado de gravedad, tengo alucinaciones, ¡mirá si va a ser cierto que el morocho éste esté ahí parado mirándome!"

Abrí los ojos nuevamente y lo vi sentado, ahora serio, en una banqueta que había a mi lado derecho (banqueta o silla no recuerdo bien) y quería trabajar con sus manos sobre la herida de la operación, pero como le quedaba demasiado alto, se puso de pie.

Fue hasta la parte del respaldo de los pies, corrió la cama y ya desde mi lado izquierdo, con los dedos de sus dos manos apoyados sobre la herida, los deslizó desde el punto que estaba por debajo del ombligo (el último) hasta el que estaba por debajo de la apófisis xifoides (el primero).

Luego apoyó sus manos sobre las zonas en que debían estar el riñón izquierdo y el bazo y me dijo sin mover los labios: "...No te preocupes, Ramón Angel, por tu riñón y tu bazo, ellos siguen funcionando normalmente, aunque crean que te los han extirpado".

Después volvió a correr la cama a su lugar y se fue. Al rato yo pensé: "¡Qué locura que tengo encima! ¡Si estaré mal que deliro todo esto!".

Al tercer día de la intervención, por la mañana, Nancy, que era la médica que me atendía, me retiró las gasas que había sobre la herida para proceder a la curación y exclamó: "Bueno, ¡esto no lo necesita más porque está casi cicatrizado!"

A la tarde de ese día (creo que fue ese día o al otro) mi señora, a quien ya le habían permitido levantarse los médicos que la atendían (estuvo tres días internada en observación en el mismo hospital), me alcanzó algo y me dijo: "Mirá, te traje esto que te envía Gustavito (por Gustavo Di Palma), no sé si lo querés tener". Quedé anonadado, pues era nada más y nada menos que una fotografía con la imagen de Swami. La llevé contra mi pecho y pensé: "Esto no puede ser, es una tomada de pelo".

A la noche, Gustavo Di Palma me vino a cuidar y me preguntó si mi esposa me había entregado algo que él me había enviado. Le contesté que sí, y cuando me preguntó dónde la tenía, le contesté que la había puesto debajo de la almohada. Al poco rato le dije que me perdonara, pero que Sathya Sai Baba me venía a buscar para llevarme a su Ashram. "Está bien", me dijo él, y entonces entré como en un sueño.

El desarrollo del mismo fue de la siguiente manera: me llevó a su Ashram, del cual pude describir detalles que luego confirmaron quienes lo habían visitado. Luego me hizo entrar en una fuente con forma de Flor de Loto hasta que el agua cubrió totalmente la herida estando de pie, y me hizo beber del agua que caía como un chorro de uno de los pétalos.

Luego me hizo acercar a una gran mesa blanca, donde había muchas frutas, tomó una manzana de la frutera, se la llevó a los labios y luego extendió su mano para que yo la tomara.

Como yo me quedé mirándolo sin moverme, hizo un gesto que me indicaba que debía comer la manzana y beber el agua que salía del pétalo de piedra.

Luego se sucedieron un sinfín de cuadros e imágenes confusas: en una de ellas era como que me indicaba que Khileshward Verm, un amigo hindú, era mi hermano espiritual y que debía trabajar en todo lo referente a la espiritualidad con él.

Me dio muchas indicaciones que no pude interpretar bien, pero sí me quedó claro y preciso que debía continuar en el camino que había escogido, escribir libros y hacer todo lo referente al Crecimiento Interior.

Así es que, comiendo manzanas y bebiendo agua, más que otras cosas, fue como me recuperé sin ninguna otra complicación, de tal manera que la pobre Nancy recibió unos buenos rezongos cuando presentó los resultados de mis análisis a sus superiores.

Le reprochaban que no podía ser que los análisis me pertenecieran, ya que comparados con los anteriores (antes de las visitas de Sathya) los mismos marcaban diferencias notables, que en ningún caso se podían dar en tan poco tiempo.

Le exigieron que los volviera hacer extrayendo ella misma la sangre. Así lo hizo, llevó personalmente los tubos y a las dos horas volvió con el resultado de que "...¡mi estado clínico se había normalizado!". Los médicos aún no le encuentran explicación a todo esto y yo, menos.

Hoy, Gracias a Dios, me encuentro muy bien, pero tremendamente confundido. Por tal motivo, le envié una carta a Sathya Sai Baba por intermedio de este gran amigo que es Leonardo Gutter, quien al regresar de uno de sus viajes me confirmó que la misma había sido aceptada por Sai Baba y que consideraba que con este gesto él me autorizaba a publicar esta experiencia, que aún hoy no comprendo por qué me sucedió a mí, que no he sido jamás devoto de nada ni de nadie.

Al escucharme decir esto, Leonardo me dijo sonriente: "No te preocupes, las cosas de Sathya son así de inexplicables para nosotros, aunque para El todas sus acciones tienen un sentido y una finalidad determinada; fijate que en esa experiencia ni siquiera te pidió que fueras devoto de El". Y continuó con otras palabras que me dejaron mucho para reflexionar: "El concurre al necesitado, cuando El lo decide, no porque lo llamen, y quizás después de una acción de esta naturaleza, no aparece más". Y es cierto que nunca más pude tener siquiera hasta el día de hoy, ni con la imaginación, algo similar como experiencia.

¿Misterio? ¿Fantasía? ¿Alucinaciones en un estado de gravedad? No lo sé, lo único que afirmo es que esto me sucedió a mí y que los médicos, luego de la intervención quirúrgica, después de haber sufrido el accidente, no arriesgaban casi nada por mi recuperación. ¿Ha sido Sathya Sai Baba el responsable de la misma? La conclusión dejo que la saquen ustedes.

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ARCHIVOS DE "RADIO UNIDAD SAI"

DEL PROGRAMA:

¨LA ENCARNACIÓN DIVINA¨