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¨Donde quieras que vayas, no importa, donde vayas cumple siempre con tu deber…y sabe que yo siempre estaré allí, dentro de ti guiándote en cada paso del camino.
En los años por venir me experimentarán en muchas manifestaciones diferentes de mi forma.
Tú eres yo mismo, más que amado para mí.
Te protegeré como los parpados protegen a los ojos. Tú ya me tienes, así como yo te tengo a ti. Nunca te abandonaré y tú nunca podrás abandonarme.
De ahora en adelante, no desees ni anheles nada desempeña tu deber con un amor invariable, viendo a todos como a Dios.
Sé paciente a su debido tiempo, todo te será dado.
Sé Feliz, no hay necesidad de preocuparse por nada sea lo que fuere que se experimente, sea lo que fuera que suceda, sabe que este avatar así lo quiso.
No existe poder en el mundo que pueda demorar ni por un instante la misión para la cual este avatar ha venido.
Todos Ustedes son almas sagradas y tienen asignado el papel que habrán de desempeñar en el drama de La Nueva Edad de Oro que vendrá…¨.



"BHAGAVAN SRI SATHYA SAI BABA" .



miércoles, 21 de enero de 2009

PARA ALCANZAR LA REALIZACION DEBERAN LIBERARSE DE LOS IMPULSOS O VASANAS.

La plenitud de la vida del hombre consiste en la Realización del Alma. Para llegar a tal realización, uno debe liberarse completamente de los vasanas o impulsos. La liberación) es, en el verdadero sentido del término, la liberación de la esclavitud de esos vasanas. Las tendencias o impulsos son de dos tipos: benéficos o malévolos. Las tendencias benéficas se hallan saturadas de santidad; las tendencias malévolas alimentan la mente y la hacen cada vez más incontrolable y cada vez menos firme: refuerzan y extienden el deseo del placer material.
Si los impulsos benéficos son alentados y cultivados, no se multiplicarán indefinidamente, encadenando a la mente, sino que se convertirán en semillas resecas que nunca podrán germinar. Si ustedes se adhieren a los impulsos benéficos podrán fácilmente adquirir Sabiduría Divina. Estos impulsos son caracterizados por actividades tales como la asociación con hombres santos, la reverencia por los grandes, el trato con ellos, el seguir sus consejos; por la caridad, la fortaleza, el amor, la paciencia, la verdad, la valentía, la continencia, etc. Tales son los impulsos puros. Las tendencias impuras le conducen a uno a vicios como el ansia de ver cosas que apelan a los sentidos más bajos (como las películas cinematográficas), por comer platillos saturados de características rajásicas (como el pescado, la carne, etc.), por beber intoxicantes que arruinan la personalidad. Tales tendencias hacen que se desarrollen la ira, el engaño, la avaricia, el orgullo, el fraude, el odio, la envidia, etc. Estas tendencias ¡mpuras son de tres tipos: vasanas o impulsos mundanos, vasanas intelectuales o eruditos y vasanas corporales o físicos. Los vasanas o impulsos físicos hacen que los hombres deseen un físico hermoso, un cuerpo fornido y músculos firmes y bien modelados, y un cutis sedoso que jamás sea desfigurado por las arrugas. Los vasanas o impulsos intelectuales llevan al hombre a desear ávidamente ser reconocido como un experto sin rival y a buscar la derrota de cualquier competidor en su campo. Y finalmente, los vasanas o impulsos mundanos fomentan el ansia de gloria, de poder, de autoridad personal y de pompa. Todo ese tipo de deseos puede ser agrupado bajo esa categoría; todos ellos son impulsos. Los atan a ustedes a la rueda del ciclo de nacimientos y muertes y los sujetan a las cosas de este mundo. El árbol gigante que llamamos mente tiene dos semilias: vasanas y prana (impulsos y aliento vital). La semilla se transforma en árbol, el árbol da la semilla. El aliento vital se moviliza a causa de los impulsos. Los impulsos operan a causa del aliento vital. Con que uno de los dos se destruya, el otro también queda eliminado. Así, si la mente ha de liberarse de su influencia, la ignorancia ha de ser transformada primero. Esa ignorancia no existe sola, tiene un vástago: el egoísmo. Este demonio tiene dos hijos también: la pasión y el deseo. La pasión y el deseo se interrelacionan estrechamente; están hermanadas. La pasión significa apego o atracción. Mediante la pasión y el apego, el hombre adquiere los sentimientos de "mi" y de "lo mío". Esos sentimientos provocan deseos; los deseos engendran la preocupación. Por lo tanto, para deshacerse del egoísmo, estos dos, pasión y deseo, deben ser aniquilados. Esto significa que la ignorancia debe partir, pues sólo por ese medio puede ser muerto el egoísmo. ¿Cómo destrozar la ignorancia y desarrollar el conocimiento correcto? La conquista de la ignorancia, del egoísmo, la pasión y el deseo traen consigo la liberación para el individuo.
Aquél que es esclavo de los impulsos y las tendencias carece de "conocimiento" (jñana), ¡es en verdad un alfeñique!
Pero déjenme asegurarles que no han de alarmarse. Tan pronto como los vasanas son arrancados de raíz, podrán recuperar la naturaleza divina que han perdido por negligencia. Los vasanas invaden el reino del corazón; causan problemas sin fin, le hacen recordar a uno los placeres, reavivando la memoria de pasadas experiencias, y uno empieza a desear tenerlas de nuevo. Los deseos hacen que los sentidos y su líder, la mente, se entreguen a agitadas actividades; no tienen manera de librarse de esto. Así, el hombre intenta reunir y gozar las cosas que ansía. Todo esto toma lugar en un abrir y cerrar de ojos, por así decirlo. Los vasanas o costumbres adheridas a la mente operan así de sutilmente y así de poderosamente. De la misma manera que la semilla contiene en sí misma el tronco, las ramas, las hojas, las flores y el fruto, así también en el vasana todo eso yace latente. Los vasanas son la causa de toda la felicidad meramente material del hombre. Si se encuentran ausentes, en la mente hay lucidez y pureza. Si se encuentran presentes, toda pureza se corrompe; son los obstáculos en la senda de la Verdad, del Alma y de la Inmortalidad. Una mente liberada del vasana se transmuta y deja de ser mente.
La naturaleza (prakrithi) es el mundo de los vasanas. La mente es atraída por la naturaleza y los objetos externos del mundo a causa de esa tendencia al apego y empieza a contemplar los objetos y a ocuparse de sus cualidades, todo por culpa de esos vasanas o impulsos. Si uno está libre de vasanas, su mente no será afectada en absoluto por el mundo materialista. La mente es como una tela, toma cualquier color con que se le tiñe. Los vasanas sátvicos (puros) la harán blanca. Los vasanas rajásicos (pasionales) la volverán roja, mientras que los vasanas tamásicos (impuros) la harán negra. La mente es configurada por el tipo de vasanas que la habitan. El hombre ha de emprender dhyana (meditación) y dharana para poder destruir esos vasanas. La mente no es más que un hato de vasanas.
Algunos aspirantes se dicen a sí mismos que a pesar de los muchos años de práctica constante, no han tenido éxito aún en dhyana ni en dharana. Es obvio que no hay que insistir sobre la razón de esto. Es así: ¡no han sido capaces de arrancar de raíz los vasanas! Por lo tanto, tales practicantes deben esforzarse por conquistar sus tendencias innatas. Deben fortalecerse con mayor fe y actuar.
Si de cuando en cuando el aspirante espiritual es perturbado por vasanas o impulsos impuros, debe superarlos con su fuerza de voluntad y sus ejercicios espirituales. Un Alma realizada ha consumido sus vasanas, pero el padre de familia se encuentra cultivándolos. No se gana nada tratando simplemente de controlarlos; una cobra se hace inofensiva sólo cuando se le han arrancado los colmillos. De manera similar, las raíces de los vasanas o costumbres adheridas a la mente deberán ser quemadas. Sólo entonces el hombre podrá alcanzar a Brahma.
Desde luego, incluso los deseos puros pueden ser una cadena. Pero a pesar de que ellos sean numerosos, no constituyen estorbo. Una espina es eliminada por otra y luego ambas son desechadas, ¿no es así? Asimismo, cuando los vasanas impuros son superados, gracias a la influencia de los vasanas puros, llega el momento en que uno tiene que superar a ambos. Esto significa que aun el más puro de los vasanas o impulsos, el deseo de moksha o liberación, ha de desaparecer con el tiempo. Sólo entonces puedes tú convertirte en eso. Un grillete es un grillete, sea de hierro, o sea de oro. Uno debe estar libre de ambos. Es decir, uno debe lograr llegar a una etapa donde ni el bien ni el mal le atraigan o le repelan.
Cualquiera que aspire a realizar a Dios deberá practicar la disminución de los impulsos, deberá frenar la mente y buscar el entendimiento del principio fundamental. Tan sólo uno de ellos no basta para alcanzar la liberación o moksha. En el Alma realizada los impulsos persisten, pero únicamente como semillas secas; ya no dan lugar a nacimientos subsecuentes. El cuerpo sutil es el asiento de la ignorancia. Se encuentra saturado de impulsos, costumbres y experiencias. El Alma es libre de todos ellos, es eternamente pura. No pertenece a ninguno de los sexos, no tiene mente ni sentidos ni forma. Más aún, ¡no tiene prana (aliento vital)! No puede decirse que esté viva o muerta. ¿Cómo puede ser la contemplación del Alma algo que no sea puro? ¿Pueden, acaso, coexistir la luz y la oscuridad? ¿Pueden existir a la vez la pureza y la impureza?
De todos los talleres del mundo, el taller del cuerpo es el más asombroso, porque es el tabernáculo del Señor. Ahí, en ese taller, los impulsos se transforman en votos, se limpian las impurezas, los deseos benéficos toman forma y surge la imaginación positiva. El blanco fundamental consiste en desarraigar los impulsos, aunque esto sea una tarea difícil.
Es más fácil mover montañas que estos vasanas tan profundamente arraigados; pero con voluntad y entusiasmo, sustentados por la fe, se pueden vencer en poco tiempo. Mas no abandonen su determinación y fe, a pesar de cualquier pérdida, penalidad u obstáculo que se presenten. No olviden que los vasanas los subyugan y dominan, manteniéndolos sus esclavos. El opio y el alcohol los esclavizan y los mantienen totalmente en sus garras sólo durante algún tiempo, pero los vasanas los atenazan durante toda una vida. El propósito y significado completo de la meditación es alcanzar la liberación de estos múltiples y poderosos vasanas.
Aquéllos que se dejan guiar por los impulsos y los instintos, yerran por el mundo como borrachos, desprovistos de la capacidad de discernir entre el bien y el mal, lo verdadero y lo falso. La influencia arrolladora de estos impulsos animales les hace olvidar las espantosas consecuencias de haberse rendido a ellos; no tienen ni temor ni vergüenza, sino que simplemente se divierten en la búsqueda de placeres mundanos y en la acumulación de comodidades, en el puro goce de los lujos. Para aquéllos hundidos en tales impulsos, el intelecto les resulta una posesión inútil que jamás se ejercita. Al perseguir constantemente los placeres de los sentidos, los vasanas se fortalecen y solidifican, echando sus raíces a mayor profundidad cada vez.
Por ello, en el Bhagavad Gita se nos ha dado el consejo de que renunciemos al fruto de nuestros actos. Los vasanas se fortalecen porque los frutos siempre están presentes en la mente toda vez que realizamos alguna acción. Esto hace que los hombres se vuelvan orgullosos y presuntuosos y que siempre traten de enfrentarse a los demás con el orgullo por delante. Los vasanas los esclavizan, y bajo su influencia se rebajan a emprender incluso las bajezas más viles, con el propósito de enriquecerse y obtener el dinero que necesitan para satisfacerlas. Empiezan a adorar al dios de las riquezas. Desde luego, la riqueza es esencial; pero la riqueza excesiva, la riqueza que causa preocupación, ansiedad y dolor no es nada deseable. Uno no debe buscar adquirir riquezas hasta ese punto.
Los hombres, además, se desviven por ganarse las alabanzas de los otros y por evitar ser culpados de nada. Esto también ha de clasificarse como un vasana impuro. El mundo es un nido de cuervos; algunos graznan alabanzas; otros graznan cargos. Pero el hombre debe estar por encima de las alabanzas y las acusaciones. No presten atención a la lisonja: trátenla como algo que los demás escupen. Sólo entonces podrán ser libres y gozar de la auténtica felicidad.
En lo que se refiere a la culpa: observen cómo el mundo no ha evitado que incluso Rama, Krishna, Vishnú, Shiva o Baba se hallen a salvo de esa tendencia de buscar a quién culpar. Se habla mal incluso de los dioses, ¡atribuyéndoles a esos seres perfectos, motivos malvados y malas acciones!
¿Qué consideración se puede esperar hacia el común mortal de personas con una mente tan sucia? Cualquier pretexto les es suficiente. El hombre blanco odia al negro; el hombre negro al blanco. El adorador de Shiva calumnia al adorador de Vishnú, el adorador de Vishnú rumorea contra el adorador de Shiva. Así como todo el mundo ama su propia religión, su lugar de nacimiento y a sí mismo, ama también sus correspondientes ritos, ceremonias y formas de culto. Este amor toma la forma de alabanza de la religión propia y de burla de la ajena. Aunque todo esto tenga que ver con la relación de uno con Dios, tales impulsos son y deben ser clasificados como vasanas impuros.
Tales actitudes bajas, saturadas de ignorancia, tienen que ser eliminadas con la repetición del Nombre y la meditación que llenan el corazón del conocimiento del Ser amplio y universal; entonces los impulsos limitativos desaparecen. Son transformados y transmutados en impulsos benditos. ¡En verdad asombra el porqué el hombre no pone todo de su parte para eliminar los vasanas impuros, puesto que cuando toma esa senda sólo obtiene dolor, tristeza y agonía! Los efectos engañosos de tales instintos e impulsos le hacen creer que se encuentra en la senda acertada hacia la meta de la felicidad. Debido a ello es reacio a desecharlos; ello explica por qué se aferra a ellos tan firmemente. Si leyese algunos buenos libros relativos al Alma Suprema, su cerebro se podría esclarecer. Al menos, adquiriría una comprensión de la esencia de los Sastras (Códigos morales), pues el número de Sastras es incontable. La vida es demasiado corta para estudiarlos todos y los obstáculos en el camino de su comprensión son demasiados también. ¿De qué sirve sumergirse en libros tontos o en Sastras que traban la lengua, de qué sirve aprender acerca de formas de devoción que no se ponen en práctica? Todo ello es una pérdida de tiempo y esfuerzo. El pasarse todo el tiempo estudiando, lejos de la práctica, también merece ser condenado como un vasana impuro.
¡Escuchen! Bharadwaja estudió los Vedas durante tres vidas sucesivas. Al nacer por cuarta vez, empezó a leer de nuevo. Así que Indra llegó hasta él y le enseñó el Conocimiento Superior y le confió el secreto de la Liberación. Entonces Bharadwaja dio fin a sus lecturas y sus estudios y entró en la dura y concentrada disciplina de la meditación. Realizó el Atma. Por lo tanto, el estudio resulta un ejercicio inútil si la esencia no es absorbida y practicada. La voracidad por leer sobre todo tipo de materias y tópicos no es, en verdad, un impulso demasiado sano. En tiempos pasados, Durvasa, el santo, se presentó ante Shiva con una carretada de libros religiosos; Narada entonces le comparó al burro proverbial, pues demasiado apego a los libros es por sí mismo un hábito indeseable. "Aunque uno cargue el peso de multitud de libros concernientes a todas las ramas del saber, y aunque uno los pueda haber leído todos, las enseñanzas que encierran no pueden ser entendidas en absoluto si no se cuenta con una auténtica experiencia práctica. El mero orgullo de aprender es por sí mismo un vasana impuro, el vasana de la codicia." Cuando Durvasa oyó tales palabras se iluminó, tiró inmediatamente todos los libros al mar y se sumergió en la meditación profunda. Vean cómo los sabios piensan que la meditación es de una importancia capital para alcanzar el entendimiento total.
Es imposible saber la verdad del Alma, ya sea mediante el estudio de los innumerables Sastras o la adquisición de erudición, o el aguzamiento del intelecto, o la búsqueda de discusiones dialécticas. No es posible realizarla por esos medios. Svethaketu, el hijo de Uddalaka, era un gran erudito. Cierto día, el padre llamó al hijo y le dijo: "Svethaketu, ¿has comprendido el Sastra gracias al cual todos los Sastras pueden ser elucidados?" El hijo respondió que no sabía de la existencia de tal Sastra y que no lo había aprendido. Entonces Uddalaka le enseñó el Sastra incomparable del Conocimiento Superior que otorga el conocimiento de la verdad del Alma.
Por lo tanto, el hombre debería, en primer lugar, entender con claridad los hábitos de su mente, sus tendencias y actitudes. Sólo entonces es capaz de controlarla y dominarla; purificar y desarrollar su memoria, voluntad e imaginación. La mente es caprichosa y volátil por naturaleza. Es como el viento. Por eso Arjuna se la describió así a Krishna: "Oh Krishna, la mente es muy caprichosa; se mueve velozmente, es muy poderosa, es muy difícil de controlar". Luego Krishna replicó: "Arjuna, sin duda lo que has dicho es correcto, pero mediante la atención ininterrumpida y la disciplina, y mediante la práctica de la renunciación, es posible, controlarla. Por lo tanto, practica, como primer paso, meditación".
Los impulsos y los deseos han de ser suprimidos para poder adquirir el dominio sobre la mente. Los deseos excitan a la mente y la hacen precipitarse tras los sentidos, así como un perro corre tras su amo. El individuo, ¡pobre de él!, cae en las redes de maya (la ilusión), producida por los sentidos, los creadores de ilusiones, y por la mente ansiosa de placeres. Para escapar de esa agonía, uno deberá contar con la meditación: verse libre de las garras del deseo y la esclavitud de los sentidos. Hagan repetición del Nombre del Señor y meditación. Entonces podrán cultivar y desarrollar de manera apropiada su voluntad y también su memoria e imaginación. Sin la meditación es imposible controlar y tener dominio sobre la mente. Todos los demás métodos son inútiles como lo es intentar amarrar a un elefante en celo con un hilo delgado y minúsculo. La meditación es esencial para sumergir a la mente en el Alma.
Por lo tanto, primero libérense de su esclavitud de los deseos. Algunos estudiantes y padres de familia se reservan unas cuantas apetencias y deseos para su personal satisfacción, mientras que desechan el resto. Incluso aquellos padres de familia que se hallan entregados ala concentración, al dharana o meditación profunda y a otras prácticas parecidas, encuentran difícil renunciar a ciertos deseos; retienen éstos para su secreta satisfacción. De tal modo que desgastan sus energías y alcanzan mínimos progresos en la práctica espiritual a la que están entregados. Estos aspirantes resbalan por la pendiente que tan laboriosamente escalaron. Para poder controlar la inconstancia, la meditación es de enorme ayuda. No basta si un sentido es dominado; todos deben ser conquistados, desde todos los ángulos. Indudablemente esto es una tarea muy difícil; ustedes podrán sentirse con ganas de abandonar por completo la lucha, pero no se descorazonen. Sean pacientes y perseverantes; al final el éxito será de ustedes. Pero no deberán, como algunos aspirantes espirituales, desviarse del camino de la disciplina tan pronto como sientan que no están logrando todo lo que esperaban. Ese no es el camino de la victoria; perseveren, sean pacientes y ganen la victoria final.

SAI BABA

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¨LA ENCARNACIÓN DIVINA¨